XV El Diablo - Encabezado XV El Diablo - Encabezado

XV El Diablo

Qué miedo le tenemos a esta carta. Cada vez que aparece, queremos endosársela a alguien o a algo. Proyectar, culpar, demonizar. Es difícil hacernos cargo de que también nos habita.

Todos los seres humanos odiamos, envidiamos, dañamos, celamos, manipulamos, controlamos. Todos somos un poco mezquinos, egoístas, perezosos, avaros, soberbios. Pero como preferimos no mirar esas miserias personales, nos inventamos un chivo expiatorio al que depositarle la culpa de todos nuestros males. “La culpa la tiene el otro” (decía el gran Tato).

La cuestión es qué hacemos con esa oscuridad. Es una tentación (porque es más fácil) dejarnos tomar por esa voz que nos incita a criticar a los demás, descuidar, maltratar, desinteresarse, ignorar. Finalmente cualquiera de nuestras miserias, nos separa de los otros, nos lleva al desamor. Por eso después sentimos culpa o vergüenza. Porque esa misma potencia, ese poder personal, puede ser aprovechado de otra forma. Sólo que requiere hacernos cargo y lleva mucho más trabajo.

¿Cómo es que en el Tarot después de La Templanza viene El Diablo Un ángel (el de la guarda) sigue a otro ángel (caído). ¿Cómo pasamos de uno a otro? En el video anterior decíamos que, con La Templanza, tomamos contacto con lo trascendente, con algo más grande. Pero si el ego se apropia de ese momento, “se la cree”. Como cuando escuchamos que alguien dice “ser una persona muy espiritual”, que ya no quiere estar en contacto con otros que “no vibran en esa sintonía”. Claro, con esos discursos, es seguro que en algún momento nos vamos a encontrar con El Diablo: o sea, con nuestro diablo. Porque si creemos que “evolucionamos” y empezamos a mirar a los demás por sobre el hombro... zas, he aquí nuestra sombra. Entonces llega el momento de ver que desde esa soberbia, no hay lugar para el amor.

El Diablo no duda de la existencia de Dios. Duda de que nosotros tomemos el camino que nos lleva a unirnos a esa energía amorosa. Nos pone a prueba. ¿Miedo al amor? ¿Separación o unión? Depende de nosotros.